De videojuegos y aficiones

No soy partidario de los refranes y los dichos populares. Los primeros porque siempre aciertan, hay un refrán para todo lo que pasa, sea en un sentido o en el radicalmente opuesto;  y los segundos porque las frases lapidarias suelen ser altamente peligrosas. Pero tengo mis excepciones, y una de ellas es «antes es la obligación que la devoción». ¿A santo de qué viene esto?¿Como lo relaciono con el título de esta entrada?

Viene a cuento de una pregunta que se me ha plantado a mí y a muchas más personas acerca de las aficiones de mis/nuestros hijos, sobre todo de aquellos más capaces. Y en particular sobre el uso o abuso de los videojuegos, una de las grandes pasiones de los actuales escolares de distintas edades. ¿Conviene promocionar entre nuestros hijos los videojuegos o restringirlos? Observo que nadie se pregunta por otro tipo de aficiones que puedan tener los chavales, supongo que porque no parece que les absorba tanto el tiempo. Pero esta pregunta existía ya antes de los videojuegos, dirigida a la única pantalla capaz de seducir en épocas anteriores con cierta intensidad: la televisión. (Por motivos que dejo para otro momento, los videojuegos ganan por goleada al interés que suscitaba la televisión entre los chicos y chicas de mi generación).

Y la respuesta que me viene a la cabeza es el dicho popular con el que he empezado.  Una afición no puede llegar a perjudicarte en cuanto a tus obligaciones. Porque en ese caso estaríamos hablando de adicción, y no de afición. Una afición no puede hacer que nuestros hijos descuiden sus estudios, abandonen sus obligaciones domésticas (que tampoco son muchas y las pueden hacer sin problemas), o se relajen en sus hábitos higiénicos físicos y mentales de forma constante y permanente (me refiero a perder horas de sueño, descuidar su higiene, o empeorar sus modos, como ejemplos). Todos hemos tenido algún momento de desenfreno puntual, por alguna celebración, o un acontecimiento irrepetible… Pero si ese desenfreno se convierte en rutina, estamos perdidos. … ¿O no? Bueno, cuando los hijos sean mayores de edad y autónomos, cada cual será responsable de sus actos.

Ese debería ser el límite a la pregunta. Los videojuegos, por sí mismos, no suponen una influencia negativa o positiva. Al igual que un coche puede ser un instrumento que nos facilita la vida o que nos puede matar, o la práctica de un deporte nos puede llevar a mejorar notablemente nuestra constitución, pero también a sufrir accidentes e incluso la muerte si tenemos una lesión cardíaca oculta, una afición puede tener una influencia muy positiva, pero también nos puede dar problemas si no sabemos controlarla.

Y los videojuegos están en el punto de mira sobre todo de los adultos que no los tienen como afición. Pues bien, la respuesta es clara. Mientras la práctica de jugar a determinados videojuegos no afecte a las obligaciones que tiene contraidas el jugador, ninguna objeción. Cada uno puede dedicar su tiempo libre a la afición o aficiones que más le gusten. Es más, no hay nada más gratificante para un ser humano que poder compaginar su obligación laboral con su afición, y poder dedicarse profesionalmente a ello. Un aficionado a los juegos de mesa disfrutará ganándose la vida en una tienda de este tipo de artículos. Un aficionado al deporte, estará encantado de ser un profesional, sea jugador o entrenador, periodista deportivo o vendedor de artículos de su deporte favorito. Un jugador de videojuegos…

¿Realmente podrá compaginar su afición con alguna forma de ganarse los cuartos? Después de ver horas y horas a nuestros hijos «malgastando su tiempo» en entornos virtuales en lugar de hacer cosas «más útiles o interesantes» según nuestro punto de vista… ¿qué pueden conseguir de beneficio? Algunos chicos suelen espetar a sus padres que les gustaría dedicarse a esto.  «¿A programar  o crear videojuegos?», preguntan sus padres con inocencia cándida. «No, a jugar», responde el hijo con la extrañeza del que no comprende por qué su interlocutor no ha entendido una respuesta tan obvia. Menos mal que en ese momento no hay una cámara oculta filmando la expresión facial del padre o de la madre correspondiente.

Claro, a los chicos no les falla la intuición de que una afición tan extendida necesariamente es un nicho de mercado espectacular. El negocio de los videojuegos sólo en nuestro país mueve alrededor de 1000 millones de euros al año (http://www.cincodias.com/articulo/empresas/negocio-videojuegos-cae-espana-980-millones/20120419cdscdiemp_6/), o lo que es lo mismo, alrededor de 160 mil millones de las antiguas pesetas, cifra que marea sólo de pensarlo. Es la primera industria de ocio de nuestro país, y eso que estamos en crisis. Imaginad lo que se mueve en Estados Unidos y otros países del mundo. Y semejante mercado necesita, por ejemplo, probadores  (http://www.gamerzona.com/2011/05/02/probador-de-videojuegos-ea-busca-a-los-mejores/). Hay jóvenes que gracias a ello, y a su ingenio, se han hecho un hueco por derecho propio en este mundillo. Si te das publicidad grabando tus videos en YouTube con las pruebas que realizas, y tienes tablas para ser un hombre o mujer espectáculo, las empresas se ponen en contacto contigo, te pagan viajes para asistir a presentaciones y convenciones, e incluso también por cada video que publicas. Y no digamos lo que puedes sacar en publicidad. Consultad a dos de las estrellas españolas de este mundillo, Wllyrex  (http://socialblade.com/youtube/user/Willyrex) y elrubiusOMG (http://socialblade.com/youtube/user/elrubiusOMG). La última columna muestra sus estimadas ganancias diarias. ¿Sorprendidos?  Pues no sólo hay dos, hay unos cuantos más.

No digamos ya si tienes la habilidad de clasificarte para un campeonato mundial de algún videojuego de clamoroso éxito. Observa este trailer del torneo que en la fecha de publicación de esta entrada se juega en Los Ángeles, promovido por Activision. (http://www.marca.com/2015/03/24/e-sports/1427190900.html) Un millón de dolares en premios. Aquí tienes un video de un youtuber sobre la edición de uno de las finales pasadas: (https://www.youtube.com/watch?v=6wYhD0MEUVE) Padres, ¿cómo se os ha quedado el cuerpo?.

Beneficios económicos aparte, también les llegan a los chavales noticias como ésta: (http://www.levelup.com/noticias/25411/Minecraft-es-herramienta-educativa-en-escuela-sueca/), en la que uno de sus juegos favoritos, Minecraft, está siendo utilizado con fines educativos.  O también está otra:  (https://www.youtube.com/watch?v=oQ-BLxWQur0), referida a un juego como Imperium Civitas, que fue en su momento objetivo de los medios de comunicación, porque se estaba empleando en clases de Historia de un instituto de secundaria madrileño.

De manera que, padres y madres, antes de restringir o prohibir una afición de vuestros hijos, primero aseguraos bien de que éstos cumplan con suficiencia las obligaciones que por su edad y situación familiar se les exige. Pero una vez que éstas se hayan llevado a efecto, respetad las aficiones de vuestros hijos, sean las que sean, incluyendo los videojuegos. Nunca se sabe qué nuevos yacimientos podrán explotar, ni cómo reconducirán sus proyectos de vida en el futuro.

 

 

 

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1 respuesta a De videojuegos y aficiones

  1. Fco. Javier dijo:

    Hola JuanCarlos.
    Me gustaría complementar con unos comentarios lo que cuentas .
    Llevamos colaborando y trabajando juntos desde 1993 con el tema del Juego de Simulación (JdS).
    Con este dato, un lector/a podrá saber que lo que estás contando, se fundamenta en una experiencia de trabajo de veinte años (vamos, que un «poquico» de experiencia tienes).
    Sabemos también (por vincularlo a la Pedagogía de la Fascinación) que «Jugando se Aprende» (si el jugador/a está motivado/a, existe una obvia conexión entre aprendizaje y generación de Endorfina).
    También recordar que los conocimientos obtenidos en un campo (o afición) pueden ser utilizados en otro campo NO necesariamente vinculado de forma obvia, obteniendo unos resultados sorprendentes.
    Por ejemplo, una persona que juegue a un video juego de Fútbol, está desarrollando (probablemente sin saberlo) una visión global del estado necesario del conjunto para la ejecución de tareas concretas. Habilidad muy necesaria para, por ejemplo organizar los detalles de un congreso o dirigir un restaurante.

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