Hace unos días tuve una interesante conversación con un profesional de la educación, en la que volvieron a salir una vez más las dos grandes estafas de la normativa actual sobre alumnos con altas capacidades, con sobredotación intelectual, e intelectualmente superdotados, que para gustos están los colores en nuestra geografía educativa española, tan variopinta y políticamente correcta hasta el vómito. La primera gran estafa es la identificación. Salvo en una comunidad autónoma, en el resto de las normativas estatal o autonómicas, el legislador no se ha querido mojar acerca de quiénes son estos alumnos y cómo se deben identificar (y en la que sí lo detalla, se encuentra inmersa en un proceso judicial de nulidad total). El resultado de la identificación queda a la libre interpretación de los profesionales educativos, por lo que el desbarajuste es tremendo.
No hay un criterio homogéneo. Pero en la gran mayoría de los casos, los orientadores tienden a despreciar los casos de alta capacidad simple (en una o varias áreas curriculares), y quedarse únicamente con aquellos superniños que son capaces de prodigios antes de sentarse en su pupitre o silla. Y todo gracias a la barbaridad de aplicar como criterio de identificación determinados modelos orientados, no a identificar, sino a intervenir en el aula. En mi libro “Didáctica para alumnos con altas capacidades” hablo del modelo más utilizado, los famosos tres anillos de Renzulli. Hago una crítica feroz al uso torticero que se le está dando, fruto de una pésima interpretación, o tal vez de una desactualización injustificable en un ámbito tan delicado como es el educativo.
Cualquier profesional que haya tenido la oportunidad de leer los textos originales en inglés del profesor Renzulli sabrá que en los centros educativos donde se aplica este modelo, el proceso de identificación consiste en detectar a los alumnos con habilidades (generales o específicas) por encima de la media, y generar un talent pool con el 15-20% de la población escolar del centro. Con este grupo de alumnos se trabaja tanto en las aulas ordinarias (condensándoles el currículo, señores maestros, profesores y orientadores), como en grupos de enriquecimiento (lo más parecido que tenemos nosotros son las Aulas de Desarrollo de Capacidades), con tareas que les motivan especialmente, y con el fin de desarrollar su creatividad, su pensamiento crítico y sus habilidades cognitivas y sociales. En ese grupo, y en esas condiciones puede llegar a saltar la chispa y obtener soluciones a problemas reales, o creaciones de nuevos productos, que es el objetivo final que propone el autor.
¿Algún parecido con lo que se hace en nuestro país? Ninguno. Entonces, ¿de dónde sale esa absurda idea de identificar exigiendo que el niño nos resuelva nuestros problemas vitales con un chasquido de sus dedos? ¿Acaso exigimos a los niños que sepan leer y escribir para poder enseñarles a leer y a escribir en las escuelas? Es surrealista identificarlos por su rendimiento, en lugar de por su potencial. Pero es una desvergüenza que encima se haga esto al amparo de un modelo que propone justo todo lo contrario: seleccionar el mayor número posible de alumnos para trabajar con ellos y conseguir ese alto rendimiento. Lo mínimo que se le pide a un autor que escribe en español sobre este tema es que al menos se lea las fuentes originales, porque en caso contrario, los efectos que puede generar son devastadores.
Al primer engaño le sucede, en una fase posterior, la segunda estafa. En efecto. Supongamos por un instante que el profesional que realiza la identificación ha sido iluminado por la musa de las altas capacidades, y elabora un perfil en lugar de quedarse con un número, con un Cociente-Intelectual-que-maldita-sea-la-información-que-le-va-a-facilitar-al-docente. De acuerdo con este perfil, acaba de descubrir que se encuentra ante un posible integrante de un talent pool, un candidato a trabajar en tareas más complejas. Saltan las señales de alarma visual y acústica en la sede del equipo, en Inspección, en la Dirección Provincial. No puede ser, seguro que se puede hacer algo. ¡Ah! claro, ¡ya lo tenemos! ¡La normativa!. Y el orientador realiza la pregunta definitiva al maestro o profesor: “A tu juicio, ¿este alumno tiene rendimiento excepcional?”. ¡Salvado! ¡El sistema se ha salvado!. En el 99,99 % de los casos la respuesta es negativa. Las excusas variopintas. “Naaaa, sí que es un alumno de sobresalientes en las materias instrumentales, pero es chapucero en sus trabajos”; “Es brillante en matemáticas, pero deja mucho que desear en lengua”; “sabe leer y escribir con tres años pero no destaca entre sus compañeros…”; “Vale, con 7 años en sus ratos libres esta niña china recién llegada a España hace cálculos perfectos con potencias y raíces cuadradas, pero el español le cuesta, ¿eh?”; “Hace unos controles perfectos, pero no trabaja en clase, no atiende, molesta a sus compañeros y me interrumpe continuamente”; “Es muy buen alumno, sobresaliente en todas las asignaturas, estimado por sus compañeros y está perfectamente integrado; yo creo que es brillante, pero no superdotado”. Ninguna de estas frases me las he inventado. Son todas reales, y seguro que si las lee quien las ha sufrido, las reconocerá.
Es muy frecuente que haya un compañero de clase que lo hace mejor que el niño que se está identificando. La pregunta es, entonces, «¿por qué no identifican también a su compañero?». Seguramente es otro caso más de alta capacidad. No lo hacen porque también encontrarían excusas para concluir que tampoco tiene rendimiento excepcional.
Y según esto, ¿qué debemos considerar que es el rendimiento excepcional? Realmente nadie lo sabe, porque no se ha definido. El legislador no ha querido complicarse la vida. Es más es muy probable que lo haya dejado así a propósito. La puerta de escape ante cualquier caso no deseado. O lo que es lo mismo la gran estafa de la atención a los más capaces.
Afortunadamente siempre nos vamos a encontrar con profesionales que tienen sentido común. Que consideran las altas capacidades como lo que son, una promesa de talento, un diamante en bruto que hay que pulir, un potencial para aprovechar. Y por este motivo salvan la situación preguntándose cuáles son las necesidades educativas específicas de este alumno o alumna. Que tenga altas capacidades, ¿qué implica? En la mayoría de los casos, que este alumno, manejando información del ámbito en el que tiene alta capacidad, es mucho más rápido y eficaz de lo normal. Aprende más rápido, responde a cuestiones con mayor eficacia, que no necesariamente eficiencia, y absorbe más información que sus compañeros. Puede ser que incluso haya asimilado por anticipado todos o parte de los conocimientos, las destrezas y las competencias que debía adquirir en la escuela o el instituto en ese curso. Objetivos conseguidos por adelantado con suficiencia, tal vez no de forma perfecta, pero en condiciones de aprobar con holgura. Estos niños no pueden aprender lo que ya saben. Nadie aprende lo que ya sabe. Por tanto, necesitan seguir otro ritmo, necesitan que su currículo se diferencie con un mayor nivel de reto y complejidad, poniendo el listón más alto pero a una altura que puedan franquear.
Este es el verdadero espíritu de la atención de los alumnos con alto potencial. El objetivo de su atención es que puedan llegar a ser en determinados momentos alumnos de alto rendimiento. El objetivo de la escuela es conseguir, mediante la atención específica, que el mayor número posible de alumnos puedan llegar a mostrar alto rendimiento. Lo que es un absurdo, un sin sentido, una contradicción, una burla al sentido común, y en suma, una gigantesca farsa, es que todavía exista en las normativas educativas de nuestro taifado estado Español la imposición de rendimiento excepcional previo a unos niños menores de edad, en pleno desarrollo, con unas ganas increíbles de aprender. Señores legisladores, si quieren montar circos para exhibir a nuestros hijos, sean valientes y díganlo. Y si realmente apuestan por la escuela inclusiva, acaben de una puñetera vez con esta estafa.
De plena actualidad!!!
Fino, Juan Carlos, hilas muy fino, ¡lástima que nuestros legisladores no te lleguen, como normalmente se dice, ni a la suela del zapato.
De la misma manera que se está exigiendo que los niños presenten un rendimiento excepcional por adelantado, a muchos niños, y en ocasiones son los mismos, se les pide que muestren interés y tengan motivación por los aprendizajes en lugar de intentar creárselos.
Es muy esclarecedor para los que acabamos de llegar a este mundillo. Gracias.
Me ha encantado, por la fina y acertada explicación de una realidad.
Juan Carlos, certero como siempre. Un artículo para publicar en los grandes medios de comunicación, pero….