Para ampliar o enriquecer el currículo escolar los docentes deben olvidarse de dos errores desastrosos:
Primer error: «el alumno con altas capacidades debe realizar las mismas tareas y trabajos que el resto de sus compañeros, y además, como debe tener más capacidad de trabajo, tiene que hacer también las tareas de ampliación». Falso. Horrendo. Terrible. En el caso negativo más extremo, esas tareas son más ejercicios de lo mismo, no hay variedad.
Corrección del primer error: hay que preevaluar a los alumnos, conocer qué parte del tema, unidad, bloque de contenidos, previsto en la programación de clase, dominan ya con suficiencia. Hay que identificar qué alumnos aprenden rápido, y no necesitan actividades de refuerzo. A estos alumnos se les permite ahorrar tiempo para poder realizar otras tareas de mayor complejidad, a cambio de no hacer las actividades más básicas o rutinarias.
Segundo error: Diferenciar el currículo va en contra de la enseñanza comprehensiva. Falso otra vez. Ceguera total, posiblemente ideológica. La comprehensividad se refiere a los contenidos mínimos básicos. La escuela tiene la obligación de ser más ambiciosa si quiere cumplir los principios educativos que ley orgánica tras ley orgánica nuestros políticos han escrito consensuadamente. Así que, menos historias. Con los alumnos más capaces hay que ir más allá de las enseñanzas mínimas. Porque éstas ya las dominan, ya las conocen, ya las saben. Y nadie aprende lo que ya sabe.
Corrección del segundo error: aquí viene el problema, el muro con el que se encuentran los maestros y profesores. Cómo consigo programar contenidos y actividades diferenciadas que realmente funcionen.
Esto último es efectivamente un arte. No todos los alumnos son iguales, y los docentes no tienen tiempo ni posibilidades de atender individualmente uno a uno todos los alumnos diferentes… con metodologías didácticas tradicionales.
Si resumimos la experiencia de los docentes que atienden con éxito a los alumnos más capaces, podemos decir que ellos no piensan en atender uno a uno a sus pupilos, sino que procuran tener diseñadas previamente un buen número de soluciones que puedan ser utilizadas por el mayor número posible de estudiantes. De esta manera las adaptaciones individuales quedan para los alumnos más especiales.
Para seleccionar los contenidos y las actividades, se pueden establecer determinados criterios:
– Fomentar el pensamiento divergente, trabajando los diferentes indicadores de la creatividad (fluidez, flexibilidad, originalidad, inventiva, redefinición, elaboración, sensibilidad social).
– Buscar una metodología motivadora (simulación, juego, TIC, proyectos de investigación sobre aspectos y problemas reales, especulación, evaluación crítica…).
– Potenciar el interés del alumno por el tema correspondiente. En este apartado, hay maestros que consideran que hay unos temas universales para cada área del conocimiento, sobre todo aquellos con un alto contenido social. Pero es mejor idea conocer los propios intereses del alumno. Preguntémosles. Y nos daremos cuenta de que hay temas comunes a un buen número de estos alumnos, pese a sus diferencias personales. Temas que pueden ejercer una gran fascinación en ellos. En otra ocasión profundizaré más en este punto.
– Utilizar los puntos fuertes del alumno (sus altas capacidades), relacionándolos con el tema correspondiente. En este punto se suele utilizar la teoría de inteligencias múltiples como alternativa, colocando en 8 de las nueve actividades del «menú tres en raya» sendas actividades relacionadas con cada una de las inteligencias o aptitudes (lógico-matemática, verbal, espacial, musical, kinestésica, social, intrapersonal y naturalista).
-Seleccionar actividades que puedan ejecutarse en el tiempo previsto en la dinámica escolar y con los medios con los que cuenta el centro educativo y el propio alumno. Es decir, que sean fáciles de llevar a cabo en los colegios e institutos.
– Finalmente, pero no menos importante, tareas que permitan al alumno elaborar un producto que pueda ser reconocido no sólo por su profesor, sino por la comunidad escolar o su entorno. Un resultado que no sólo sea valorado, sino que pueda ser útil para el propio alumno y para el resto de la comunidad. Algo que pueda pasar a la posteridad y que sea aprovechado por otras personas.
En sucesivas entregas, pondré varios ejemplos de cómo llevar a la práctica estas ideas.