Comienza un nuevo curso y seguramente volveremos a ver en las redes, entre las preguntas y respuestas que se repiten una y otra vez, las que se refieren a la detección e identificación de los niños y jóvenes con altas capacidades, sobredotados intelectuales, superdotados y/o talentosos, u otros términos que se intenten abrir camino y que en estos momentos yo desconozca. En las respuestas a la pregunta sobre cómo se podrían detectar estos chicos y chicas por parte de las familias y sobre todo por parte de los docentes, se facilitarán listas (incluso taxonomías) de un sinfín de características observables, que podrían apuntar a un posible caso de altas capacidades. Pero la respuesta terminaría con la necesidad ineludible de realizar un proceso de identificación, rubricado por una batería de pruebas psicológicas y psicopedagógicas que solventen cualquier tipo de dudas…(o tal vez las aumenten más). Y hasta que no se produzca este proceso, a veces lento, farragoso, cansino…no pocos maestros y profesores se negarán a prestar la más mínima atención a estos alumnos porque “no están obligados a ello por ninguna norma” (entrecomillo para citar textualmente una de tantas respuestas que los padres habréis escuchado).
Pues bien, estos niños, estén identificados o no, tendrán unas necesidades educativas específicas, en mayor o menor grado (las altas capacidades son una cuestión de grado, no de ser o no ser, como nos recuerda una y otra vez el profesor Tourón), y toda demora en atenderlas es un incumplimiento del espíritu y del texto de todas y cada una de las Leyes Orgánicas de Educación promulgadas hasta la fecha. Desde el momento en que se detecta un alumno que tiene capacidad de aprender más, con mayor rapidez, profundidad y complejidad, ya es preciso actuar en las aulas. Dentro de la clase, en horario escolar, con agrupamientos homogéneos, heterogéneos, en experiencias intergrupales con alumnos de otros niveles pero parecidos intereses…Y ¿cómo detectamos a estos alumnos? ¿Tan difícil es distinguirlos para que tengamos que escuchar una y otra vez frases como “en mis 20 años de docente no he tenido a ningún alumno con altas capacidades”?.
Hace unos meses, consultando a través de las redes sociales y en los blogs de profesionales a los que sigo regularmente, me encontré con una entrada corta, sencilla, realizada por alguien que sin ser un experto en esta materia hacía gala de un extraordinario sentido práctico para analizar los temas educativos sobre los que escribe. Matthew Lynch, en su blog The Edvocate, en pocas palabras realizaba una síntesis sobre la atención de los alumnos más capaces en su país, Estados Unidos. Nada que no sepamos ya a estas alturas, incluyendo la sensación de que, pese a que nos llevan muchas décadas en el estudio teórico de las altas capacidades, continúa siendo una asignatura pendiente para su sistema educativo, con honrosas excepciones. Pero lo que me llamó la atención y me gustó especialmente es el resumen de las cinco maneras en las que los estudiantes más capaces aprenden (o tienden a aprender) de manera diferente al resto de sus compañeros. Me gustó porque estos rasgos observables por cualquier adulto, familiar o docente, sí que son comunes a todos los alumnos intelectualmente más dotados, sea cual sea su perfil. Y son rasgos que difieren del resto de sus compañeros. Podrán ser más o menos curiosos (la mayoría de los niños lo son), o tener conductas disruptivas en clase (también las exhiben otros alumnos que no están entre los más capaces), o se les podrá considerar hiperactivos (no todos los alumnos con altas capacidades lo son, ni siquiera la mayoría). O…podríamos seguir analizando todas y cada una de las características observables que se citan en los libros especializados en nuestro tema y seguiríamos encontrando muchas excepciones. Pero lo que sí resulta común, sobre todo desde la perspectiva de la experiencia escolar, son estas cinco maneras de detectar un alumno con altas capacidades. Porque las cumplen todas…en el ámbito de su alta capacidad, por supuesto. No necesariamente en todos los campos del conocimiento humano ni en todas las áreas del constructo intelectual.
Por este motivo, me puse en contacto con el autor y le pedí permiso para publicar la traducción de su entrada, permiso que rápidamente me facilitó. He señalado en negrita esos cinco puntos que detalla, para intentar que se vayan grabando en la memoria a largo plazo de los docentes. No es tan complicado detectarlos, como tampoco lo es atender sus necesidades incluso antes de su identificación oficial por parte de los servicios de orientación. Sólo es necesaria voluntad para atender a toda la diversidad, y recuperar estrategias de diversificación en el aula que llevan muchas décadas aplicándose por parte de maestros que no descuidan el desarrollo de los talentos de sus alumnos. Os dejo con el artículo traducido:
“CINCO MANERAS EN LA QUE LOS ALUMNOS MÁS CAPACES APRENDEN DE FORMA DIFERENTE.
¿Qué distingue a los niños más dotados de otros niños? Esta cuestión se debate desde hace algún tiempo. Sin embargo, como educadores, es necesaria la comprensión de cómo los estudiantes más capaces aprenden en comparación con sus compañeros, para el éxito de su experiencia de aprendizaje y su capacidad para conectar con ellos en el proceso de enseñanza.
Durante la mayor parte del siglo XX, la sobredotación intelectual (giftedness) se determinó evaluando el cociente intelectual de un estudiante. A medida que los programas de educación especial se hicieron más avanzados, se desarrollaron tests para examinar discapacidades específicas y surgieron métodos alternativos para identificar la sobredotación. Algunos psicólogos educativos creen que la sobredotación intelectual difiere marcadamente del talento; definen la sobredotación intelectual como una alta aptitud para el aprendizaje en un área particular y definen el talento como un nivel superior de maestría en un campo o habilidad.
Otros afirman que hay dos tipos de sobredotación intelectual: los estudiantes que exhiben un alto nivel de habilidad académica natural, y aquellos que exhiben un alto grado de motivación y creatividad. Esta definición de sobredotación da a los estudiantes más responsabilidad para demostrar que están verdaderamente interesados en desarrollar su capacidad y aprovecharán las oportunidades que les ofrecen si son seleccionados para un programa escolar específico. Debido a las limitaciones financieras en la mayoría de los sistemas escolares públicos, los programas específicos para los más capaces a menudo son altamente competitivos.
El gobierno federal (de Estados Unidos, N. del T.) define a los estudiantes bien dotados y talentosos como aquellos que realizan un alto grado en ciertas áreas, incluyendo matemáticas, liderazgo, escritura o trabajos creativos. Los estudiantes intelectualmente dotados también deben demostrar que necesitan programas y servicios especiales que les ayudarán a perseguir sus intereses en el área o áreas de su talento. Al seleccionar a los estudiantes para recibir servicios especiales por su sobredotación, los criterios de elegibilidad generalmente incluyen los resultados de los tests, las recomendaciones del maestro, la rapidez con que el estudiante aprende y otros atributos que son típicos de los estudiantes bien dotados. Incluso la Asociación Nacional de Niños Sobredotados (NAGC) tiene dificultades para definir la “giftedness”. La NAGC sugiere que los individuos intelectualmente bien dotados exhiben o tienen el potencial para exhibir actuaciones excepcionales en una y a menudo más de un área de sobredotación.
Hay cinco maneras en que los estudiantes dotados tienden a aprender de manera diferente a la de sus compañeros:
- Aprenden nuevos materiales mucho más rápido.
- Tienen mejor capacidad para recordar lo que han aprendido, lo que reduce o elimina la necesidad de revisión.
- Tienen una capacidad para el pensamiento abstracto o complejo que sus compañeros no exhiben.
- Se centran con pasión en temas específicos de su interés hasta el punto de excluir su atención de otros tópicos y materias.
- Pueden procesar muchos estímulos a la vez, siendo conscientes de lo que ocurre a su alrededor, mientras están concentrados en una tarea específica.
Usando estas características como criterio, 3 millones de estudiantes en los Estados Unidos, aproximadamente el 6% del total, pueden ser clasificados como dotados. Aunque hay pocos argumentos en contra de que a los estudiantes dotados y talentosos se les deba proporcionar retos que satisfagan sus necesidades académicas, ninguna regulación federal asigna específicamente servicios especiales para estos alumnos.
Es un desafío para los docentes el generar maneras de estimular a los estudiantes más capaces y proporcionarles los recursos y la instrucción que les permitan poner a prueba sus habilidades y crecer intelectualmente. Los profesores no tienen el apoyo de aulas adicionales para trabajar con estudiantes bien dotados. Muchos usan actividades de enriquecimiento tales como proyectos independientes, investigación en grupos pequeños y concursos académicos para atender las necesidades de estos estudiantes dentro de las clases ordinarias, diseñando zonas específicas del aula para ofrecer oportunidades de aprendizaje avanzado.
Los estudiantes más capaces podrían salir de su aula ordinaria durante parte del día para aprender a un nivel más avanzado, de la misma forma en que los estudiantes con carencias son sacados para aprender a un nivel que es más apropiado para ellos. Los servicios ofrecidos a estudiantes sobredotados en institutos generalmente incluyen enriquecimiento u oportunidades de aprendizaje acelerado. Los dos enfoques difieren. Las experiencias de aprendizaje ampliadas se realizan dentro del aula ordinaria, con el currículo adaptado para acomodarse a una amplia gama de estilos de interés y aprendizaje. El enfoque acelerado permite a los estudiantes seguir cursos más exigentes más allá del aula regular.
Entonces, ¿cuántos estudiantes talentosos están sentados en nuestras clases hoy? ¿Les estamos enseñando adecuadamente?” Matthew Lynch, The Edvocate 4 de julio de 2016.” Pulsa aquí para consultar la entrada original.